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Rodolfo Segovia S.

No es no, pero ya que importa

Así está Colombia, nadando en impunidad y sin paz “estable y duradera”, pero de seguro mejor de lo que estaría sin ella.

Rodolfo Segovia S.
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Rodolfo Segovia S.

El 3 de octubre hace unos días, se cumplieron cinco años del no a la paz propuesta por Juan Manuel Santos a los colombianos. Poco después, con modificaciones cosméticas el no se volvió sí, y, con sus liviandades esa es la paz de que gozan lo colombianos no se pueden negar los miles de guerrilleros que se desmovilizaron. La leche derramada en el piso se queda. De nada sirve andar hurgando en lo que ya es un fait accompli, institucional y político.

A esos que no quedaron contentos, no se les puede negar, sin embargo, el derecho a sentirse engañados. Y el derecho a martillar en ese yunque a quienes les birlaron una estrecha victoria (el 50,2% de quienes se acercaron a las urnas). Como tampoco se puede considerar una ofensa el que con fines electorales denuncien todavía la trampa. El recurso es válido ya que señala lo tramposo de algunos de sus adversarios de hoy. Ese rasgarse las vestiduras porque los desenmascaran es hipócrita y defiende mal lo que ya esta consignado en textos inamovibles.

Al recordar los hechos, es palpable que el plebiscito se votó con cartas marcadas. La sola pregunta fue torticera: “¿Aprueba usted el Acuerdo Final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?”. La frase final sobraba. Esa adición constituyó una petición de principio: ¿Quién puede negarse a construir una paz estable y duradera? Su propósito era inducir falazmente a un sí.

También vale la pena recordar como se repartió mermelada con ventilador a los amigos del sí para que difundieran el mensaje y llevaran votos a las urnas. Y cómo olvidarse de la agobiante nube de propaganda a favor del sí, que inundó lo medios (incluidas ya las redes sociales) y disonaba sin pausa. Todo pagado por las arcas del erario, o sea con la plata de los del sí y de los del no, pero en una sola dirección. Vergonzoso.

El presidente había prometido en múltiples ocasiones, categóricamente, que renunciaría a la “mejor paz posible” si perdía el plebiscito. Unos días después de la derrota recibió el Premio Nobel de Paz. Quizá mal podía renunciar a ese premio, para él y para Colombia. Lo que no vale es todavía afirmar que los votantes cristianos fueron engañados como borregos para votar por el no. Eso es denigrar sin fundamento de conciudadanos. Sin tanto gasto descarado del Estado en propaganda y favores, en cambio, es probable que el no hubiese ganado mucho más ampliamente.

Don Sancho Jimeno, el defensor de Bocachica en 1697, se quejaba de lo ignominioso e imparable de la Leyenda Negra, inventada por los enemigos de España para infamarla. Lo sulfuraba el que la máquina de propaganda triturara la verdad. Así está Colombia, nadando en impunidad y sin paz “estable y duradera”, pero de seguro mejor de lo que estaría sin ella. El no al hoyo y los sobrevivientes al bollo, pero sin sacar pecho.

RODOLFO SEGOVIA
Exministro e historiador

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