La primaria se sintió eterna, fue una espera constante para ser "como los niños grandes" de la secundaria. En secundaria, todos querían ser de último año, los de último año querían ser universitarios. Cada uno anhelaba algo distinto mientras los segundos de las clases aburridas pasaban con lentitud, y los de las clases divertidas se iban volando. Luego llega la adultez, las responsabilidades y en un abrir y cerrar de ojos ya no se añora el futuro sino el pasado. Ahora el reloj pasa rápido, como un recordatorio de que la vida se acaba.
¿Por qué en la infancia percibimos el tiempo más lento? La respuesta puede estar en el campo del lenguaje y el desarrollo cognitivo.
Teresa McCormack, profesora de psicología en la Universidad de Belfast en Irlanda del Norte, cree que la relación niños y el tiempo es un campo poco estudiado del que, sin embargo, se tienen varias hipótesis,
“Es extraño que no sepamos todavía cuándo es el momento en que los niños pueden hacer una distinción entre pasado y futuro, dado el hecho de que eso estructura la forma en que pensamos cuando somos adultos”, señala la académica al mismo tiempo que establece una certeza: los niños no tienen consciencia lineal del tiempo, sino que poseen una concepción abstracta del mismo.
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“Le toma tiempo a los niños ser competentes a la hora de usar el lenguaje temporal, como usar términos como antes, después, mañana o ayer”, explica McCormack y plantea un punto de vista clave para comprender la percepción del tiempo: “¿Estás haciendo la pregunta sobre eventos que están pasando o que pasaron antes? Por ejemplo, el tiempo entre que mi hijo nació hasta que dejó la casa ahora parece que fue en un abrir y cerrar de ojos, pero durante el tiempo en el que había que lidiar con la crianza del niño, un solo día podía durar la eternidad”.
Duración del día.
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¿Recuerda como el ser humano pasa de la añoranza del futuro a la nostalgia del pasado? diferentes estudios han encontrado que la capacidad de juzgar la duración y la velocidad del paso del tiempo se desarrolla de forma separada en los humanos.
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Los niños menores de seis años pueden percibir que tan rápido pasa una hora de clase, por ejemplo, pero su juzgamiento tiene que ver más con su estado emocional que con la propia duración de la clase. Lo más impresionante es que, incluso en etapas más adultas, la relación del ser humano con el tiempo tiene que ver con su estado de ánimo.
“Los niños pueden ser más impacientes y puede resultarles más difícil esperar. También puede estar relacionado con su proceso de atención. Entre más atención le pongas al paso de un periodo de tiempo, más lento te va a parecer”, afirmó para la BBC Zoltán Nádasdy, profesor de psicología en la Universidad Eötvös Loránd de Budapest.
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En el caso de los adultos la situación puede ser parecida. Algunas investigaciones del estilo de vida y salud mental durante la pandemia por el coronavirus, encontraron evidencia de que el paso lento del tiempo que experimentaron algunas personas estaba asociado con estar más estresado, tener menos cosas para hacer y envejecer.
Además, los indicios de Nádasdy también indican la posibilidad de que, al almacenar más recuerdos, el cerebro tenga más información para concluir que el tiempo ha pasado demasiado rápido. Una conclusión con la que la profesora McCormack, también está de acuerdo: "es posible que los juicios de las personas sobre lo que realmente ocurrió durante un período de tiempo determinado reflejen en parte su memoria por la cantidad de cosas nuevas que recuerdan que sucedieron". Es decir, aunque la percepción del tiempo parezca más rápida, los recuerdos serán reproducidos en cámara lenta, dando la sensación de que en el pasado, el tiempo transcurría más lentamente.
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