La tensión entre autocracias y democracias, dictaduras y repúblicas es cada vez más profunda. Hoy en el mundo hay tantas democracias como autocracias, lo que pone en el centro de la mesa el debate sobre cuál debe ser la forma de gobernar un país, más aún teniendo el ascenso de China y el debilitamiento de EE. UU. como argumento.
Esto causa más dirigentes con ganas de quedarse en el poder. Pero, ¿cómo logran hacerlo? Desafortunadamente, el método es simple y consta de dos dimensiones: convencer a los votantes y consolidar un equipo de gobierno. Para convencer a los votantes, se define un sistema de creencias, lleno de idealismos, que representen las frustraciones de las personas y que expliquen que ellos no son culpables de lo que les ha pasado y que existe un sistema, un grupo de personas o económico que supuestamente los controla y evitan su desarrollo, definiendo así un culpable y una división que causa una lucha entre grupos de personas.
Este esquema es muy útil en culturas como la latinoamericana, donde históricamente hemos culpado a otros de nuestro destino, responsabilidades y éxito, desde la premisa de “Dios proveerá”, hasta “yo tengo derecho”.
Por diversas razones, muchos latinoamericanos tendemos a delegar las responsabilidades de nuestras acciones en los demás y un gobernante que defina al culpable y nos dé argumentos para hacernos víctimas, es el escenario perfecto para crear seguidores.
Es por esto que cuando alguien cree en las ideas que en teoría representa este líder las asume como propias y de allí construye su identidad, causa que cuando alguien diga que alguna idea de ese líder es mala, o que está equivocado, los seguidores lo toman como personal, porque va contra su identidad y lo sienten y viven como un ataque personal.
Por esto, son defensores tan agresivos de este esquema de idealismos.
De otro lado, al tener los seguidores logra ser elegido y debe consolidar su equipo de gobierno, lo que hace por medio de un esquema muy viejo de la humanidad: la corrupción y la extorsión.
Básicamente, se rodean de personas que creen en esos ideales, los hacen cometer actos de corrupción y los mantienen atados con el temor de denunciarlos por lo que hicieron, pasando de ser fieles seguidores a corruptos dominados. Por esto, es casi imposible tumbar estas dictaduras: porque al acabarlas se ataca el sistema de creencias que muchas personas tienen, en el que sostienen su esperanza y las explicaciones de su destino, mientras que los gobernantes se han corrompido robando a manos llenas y son cómplices de delitos atroces y saben que serán condenados por ello.
El secreto es simple: dile a la gente que no tiene la responsabilidad sobre su destino y corrompe a sus líderes para que siempre se sepan culpables de lo que hicieron. Es una historia antigua, no es una invención moderna. Lo que pasa es que es cada vez más común.
CAMILO HERRERA MORA
Fundador de Raddar.
