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El agro, una preocupación que trasciende la pandemia de la covid-19

Tres expertos de la universidad de Los Andes proponen soluciones de corto y largo plazo para impulsar el sector agrícola del país. 

POR:

Hace 120 días, unos pocos después de decretado el confinamiento, tres amigos y yo hemos venido reflexionando y diseñando proyectos relacionados al tema de la seguridad alimentaria. La experticia de uno en abastecimiento, Jorge Carulla, en política pública, Carlos Gustavo Cano, y en docencia, Gustavo González dio pie para el siguiente reciente diálogo:

Gustavo González: “¿No creen ustedes que las autoridades respectivas deberían considerar que, ante la tragedia del desempleo que se avecina, deben flexibilizarse las modalidades de trabajo en el país?, para alentar a los empresarios y emprendedores en la conformación de nuevas empresas en el campo, en la comercialización y distribución de alimentos, y claro, transformar las décadas de ideología sobre el campo en áreas como la tecnología.

Además, modificar las bien intencionadas regulaciones como las UAF (unidades agrícolas familiares) que impiden el desarrollo de un mercado saludable de tierras, e incluso en proponernos objetivos – país tales como la sustitución de importaciones de maíz-sorgo, pero de modo competitivo que garantice calidades internacionales y así por costos y precios desplace a los productos importados. Bueno, y cuestionar si entes como el ICA y el Invima están preparados para esta nueva era”.

“Tienes razón tocayo” – intervino Carlos Gustavo — “Tal debe ser el contorno mínimo de la agenda. En lo laboral, indispensable el empleo por horas o temporal en ciclos de siembra o cosecha. En el mercado de tierras, inducir el arrendamiento, comodato o usufructo como modalidades ordinarias de tenencia, y la supresión de esa entelequia de la UAF. En la ocupación del territorio apto para agricultura (15 millones de hectáreas), adelantar una campaña para el sistema maíz – soya con las últimas tecnologías de la ingeniería genética como la transgénesis y la edición genómica (CRISPR).

Con un rendimiento de apenas 7 toneladas de maíz y 2,5 de soya por hectárea, en menos de 400.000 hectáreas podríamos sustituir las importaciones. Y lograr la despolitización y la tecnificación del ICA, dándole prioridad a los procesos requeridos para algún día contar con denominaciones de origen. Sobre el empleo rural temporal se debería estudiar el llamado régimen de los ‘temporeros’ en Chile, que incluye la seguridad social. Un arma, la más efectiva, contra la informalidad laboral en el campo.”

A lo que Jorge Carulla respondió “deberíamos proponer comodatos para el desarrollo de megaempresas con participación de todos los involucrados, las Asociaciones Público-Privadas (APP). La sostenibilidad individual y colectiva, que se encuentra entre los objetivos para el desarrollo se logra en el agro con economías de escala y una adecuada participación en el mercado.

La tenencia no resuelve la funcionalidad social del recurso; es la integración de vecindades la que permite la tan necesaria competitividad en el campo y en toda la cadena (comercialización y distribución) para lograr la disminución de costos y mejorar los ingresos de todos los agentes de la cadena y así obtener precios éticos (justos).

Un ejemplo es el modelo colombiano de expansión de la frontera agrícola de la palma mejorando suelos y sin destrucción de bosques y asociando a pequeños propietarios a los que se les garantiza la compra y los precios. Téngase presente que son proyectos de gran aliento pues los asociados dependen de dichos ingresos al menos durante 25 años. De ahí que mi criterio sea el de megaproyectos concretos de palma, cítricos, cacao, etc.

Nuevamente, intervino Carlos Gustavo: “los 15 millones de hectáreas en zonas cálidas que mencioné son las que se encuentran ociosas de un total probado del territorio apto para la agricultura que es de 22 millones. O sea que sólo se siembran 7 millones. En materia de megaproyectos, funcionan siempre y cuando estén enfocados en las cadenas de valor. Para ello, es indispensable contar, según la terminología de Bancolombia, con “pivotes”. En el tema maíz-soya, el pivote debería ser el GrupoBios, antes Contegral.

“No hay duda, mis queridos amigos”, concluyó Carlos Gustavo. “La covid–19 está  cuestionando un estilo de vida urbana insostenible, estamos volviendo a lo elemental porque el campo sigue abasteciendo a la ciudad a pesar de las fisuras en algunos eslabones debido a la inequidad rampante de nuestra sociedad presente tanto en las ciudades como en el campo. Ahora sí, ¿reconoceremos los urbanitas la importancia de campesinos, finqueros, y agro empresarios que perseveran en su trabajo en medio del colapso de la vida urbana?


Por: Gustavo González, profesor titular de la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes

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